domingo, 23 de febrero de 2014

Megapost Reflejos de Luz

Y no me convencerán, y no me convencerán
los violentos de que el hombre un lobo de otro será.
Y no me convencerán, y no me convencerán
de que el que es de otra raza sabe menos que yo amar,
De que compartir mi vida me roba la intimidad
o de “quien más tiene más vale”, que lucha es enemistad
o de que la naturaleza las leyes la cuidan más;
de que en el Cuerno de Africa el hambre siempre estará.
Y no me convencerán, y no me convencerán
de que las pelas ayuden a dar la felicidad.
Y no me convencerán, y no me convencerán
que por meterme en el fango mi nombre se va a manchar
O de que niños que tienen SIDA endemoniados están,
o que aquél que viene de fuera nunca quiere trabajar,
o que en la Iglesia las mujeres no son aún de fiar
o de que la droga es un cáncer que no se puede curar.
Y no me convencerán, y no me convencerán
de que sólo los castigos al hombre duro abrirán.
Y no me convencerán, y no me convencerán
que casi no hay diferencia entre amar y utilizar.
Y no me convencerán, y no me convencerán
que la Justicia Divina no casa con la igualdad.
Y no me convencerán, y no me convencerán
que esta tierra es de unos pocos,
y si es de todos, se hundirá.
Y no me convencerán, y no me convencerán
que el Evangelio es un libro
más que de ser, de orientar;
que vivirlo es utopía y que recortarlo da igual...

Migueli
Os presentamos las 40 tarjetas que nos ayudarán a vivir día a día la Cuarema... 
marcando la diFErencia







































No esperes una sonrisa para ser gentil... No esperes ser amado para amar...
No esperes estar solo para reconocer el inmenso valor de un amigo...
No esperes el luto del mañana para reconocer la importancia de quienes están hoy en tu vida... 
No esperes tener el mejor de los empleos para ponerte a trabajar... 
No esperes la nostalgia del otoño para recordar un consejo...
No esperes la enfermedad para reconocer que tan frágil es la vida...
No esperes a la persona perfecta para entonces enamorarte...
No esperes el dolor para pedir perdón... 
No esperes la separación para buscar la reconciliación... 
No esperes elogios para creer en ti mismo...
No esperes que los demás tomen la iniciativa, cuando sabes que tu mueres de ganas de un abrazo,... 
No esperes el "te amo” para decir “yo también"
No esperes tener dinero por montones para entonces ayudar al pobre...
No esperes el día de tu muerte, si aun no has amado la vida...
No podemos esperar, el momento es hoy y hoy significa ahora, este día.
No vivamos esperando de los demás, empecemos a ser protagonistas. 
Es nuestra vida, es nuestro presente: Aquí y ahora. 
Debemos aprender a amar, a dar desinteresadamente, a sentir, a perdonar, 
a darle valor a nuestras pequeñas cosas, a nuestros amigos, a nuestro trabajo, a nuestra vida de todos los días. Si vivimos esperando... en esa espera se nos va la vida... 
No esperemos de los demás... nunca sabremos qué nos darán, qué recibiremos...  muchas personas viven esperando y en esa espera se olvidan de que aquellos que dan sin esperar son los que reciben a manos llenas... Todo lo que damos regresa a nosotros...  
Si queremos recibir aprendamos primero a dar...  tal vez nos quedemos con las manos vacías pero nuestro corazón estará lleno de amor...  
Y quienes aman la vida tienen el sello de ese sentimiento en su corazón...

Cuaresma 2014: ¡Levántate! Aprende cómo dejar ir y dejar a Dios actuar en tu jornada cuaresmal hacia el triunfo de la Pascua de Resurrección.
Descargar Folleto ¡Levántate!
http://www.unityenlinea.org/

Señales para el Camino de Cuaresma

¡Ayúdame a Amar al enemigo!

Los judíos hablaban con orgullo de la Ley de Moisés. Según la tradición, Dios mismo la había regalado a su pueblo. Era lo mejor que habían recibido de él. En esa Ley se encierra la voluntad del único Dios verdadero. Ahí pueden encontrar todo lo que necesitan para ser fieles a Dios.
También para Jesús la Ley es importante, pero ya no ocupa el lugar central. Él vive y comunica otra experiencia: está llegando el reino de Dios; el Padre está buscando abrirse camino entre nosotros para hacer un mundo más humano. No basta quedarnos con cumplir la Ley de Moisés. Es necesario abrirnos al Padre y colaborar con él en hacer una vida más justa y fraterna.
Por eso, según Jesús, no basta cumplir la ley que ordena "No matarás". Es necesario, además, arrancar de nuestra vida la agresividad, el desprecio al otro, los insultos o las venganzas. Aquel que no mata, cumple la ley, pero si no se libera de la violencia, en su corazón no reina todavía ese Dios que busca construir con nosotros una vida más humana.
Según algunos observadores, se está extendiendo en la sociedad actual un lenguaje que refleja el crecimiento de la agresividad. Cada vez son más frecuentes los insultos ofensivos proferidos solo para humillar, despreciar y herir. Palabras nacidas del rechazo, el resentimiento, el odio o la venganza.
Por otra parte, las conversaciones están a menudo tejidas de palabras injustas que reparten condenas y siembran sospechas. Palabras dichas sin amor y sin respeto, que envenenan la convivencia y hacen daño. Palabras nacidas casi siempre de la irritación, la mezquindad o la bajeza.
No es este un hecho que se da solo en la convivencia social. Es también un grave problema en la Iglesia actual. El Papa Francisco sufre al ver divisiones, conflictos y enfrentamientos de "cristianos en guerra contra otros cristianos". Es un estado de cosas tan contrario al Evangelio que ha sentido la necesidad de dirigirnos una llamada urgente: "No a la guerra entre nosotros".
Así habla el Papa: "Me duele comprobar cómo en algunas comunidades cristianas, y aún entre personas consagradas, consentimos diversas formas de odios, calumnias, difamaciones, venganzas, celos, deseos de imponer las propias ideas a costa de cualquier cosa, y hasta persecuciones que parecen una implacable caza de brujas. ¿A quién vamos a evangelizar con esos comportamientos?". El Papa quiere trabajar por una Iglesia en la que "todos puedan admirar cómo os cuidáis unos a otros, cómo os dais aliento mutuamente y cómo os acompañáis".

José Antonio Pagola

A la buena gente se la conoce
en que resulta mejor cuando se la conoce.
La buena gente invita a mejorarla, porque
¿qué es lo que a uno le hace sensato?
Escuchar y que le digan algo.
Pero, al mismo tiempo,
mejoran al que los mira y a quien miran.
No solo porque nos ayudan
a buscar comida y claridad, sino más aún,
nos son útiles porque sabemos
que viven y transforman el mundo.
Cuando se acude a ellos, siempre se les encuentra.
Se acuerdan de la cara que tenían
cuando les vimos por última vez.
Por mucho que hayan cambiado
-pues ellos son los que más cambianaún
resultan más reconocibles.
Son como una casa que ayudamos a construir.
No nos obligan a vivir en ella,
y en ocasiones no nos lo permiten.
Por poco que seamos,
siempre podemos ir a ellos,
pero tenemos que elegir lo que llevemos
La buena gente nos preocupa.
Parece que no pueden realizar nada solos,
proponen soluciones que exigen aún tareas.
En momentos difíciles de barcos naufragando,
de pronto descubrimos
fija en nosotros su mirada inmensa.
Aunque tal como somos no les gustamos,
están de acuerdo, sin embargo, con nosotros.
Bertold Brecht

Lo único que sabemos de su vida antes de su conversión es que nació en Betsaida, junto al lago de Tiberíades y se trasladó a Cafarnaum, donde junto con Juan y Santiago, los hijos del Zebedeo, se dedicaba a la pesca. Nuestro primer encuentro con Pedro es a principios del ministerio de Jesús. Mientras Jesús caminaba por la orilla del lago de Galilea, vio a dos hermanos, Simón Pedro y Andrés, echar la red al agua. Y los llamó diciendo: "Síganme, y yo los haré pescadores de hombres." (Mateo 4,19). Inmediatamente abandonaron sus redes y lo siguieron. Un poco después, aprendemos que visitaron la casa en la que estaba la suegra de Pedro, sufriendo de una fiebre la cual fue curada por Jesús. Esta fue la primera curación atestiguada por Pedro, quien presenciará muchos milagros más durante los tres años de ministerio de Jesús, siempre escuchando, observando, preguntando, aprendiendo.
San Pedro murió crucificado. El no se consideraba digno de morir en la forma de su Señor y por eso lo crucificaron con la cabeza hacia abajo. El lugar exacto de su crucifixión fue guardado por la tradición. Muy cerca del circo de Nerón, los cristianos enterraron a San Pedro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario