lunes, 7 de octubre de 2013

Megapost Reflejos de Luz

Cuenta la leyenda que la Virgen María se apareció en 1208 a Santo Domingo de Guzmán en una capilla del monasterio de Prouilhe (Francia) con un rosario en las manos, le enseñó a rezarlo y le dijo que lo predicara entre los hombres; además, le ofreció diferentes promesas referentes al rosario. El santo se lo enseñó a los soldados liderados por su amigo Simón IV de Montfort antes de la Batalla de Muret, cuya victoria se atribuyó a la Virgen. Por ello, Montfort erigió la primera capilla dedicada a esta advocación.1
En el siglo XV su devoción había decaído, por lo que nuevamente la imagen se apareció al beato Alano de Rupe, le pidió que la reviviera, que recogiera en un libro todos los milagros llevados a cabo por el rosario y le recordó las promesas que siglos atrás dio a Santo Domingo.
En el siglo XVI, San Pío V instauró su fecha el 7 de octubre, aniversario de la victoria en la Batalla de Lepanto, donde las fuerzas cristianas derrotaron a los turcos que invadían Europa (atribuida a la Virgen), denominándola Nuestra Señora de las Victorias; además, agregó a la letanía de la Virgen el título de Auxilio de los Cristianos. Su sucesor, Gregorio XIII, cambió el nombre de su festividad al de Nuestra Señora del Rosario.2 A causa de la victoria en la batalla de Temesvár en 1716, atribuida por Clemente XI a la imagen, el papa ordenó que su fiesta se celebrase por la Iglesia universal. León XIII, cuya devoción por esta advocación hizo que fuera apodado el Papa del Rosario, escribió unas encíclicas referentes al rosario, consagró el mes de octubre al rosario e incluyó el título de Reina de Santísimo Rosario en la letanía de la Virgen.
Como anécdotas, tanto la Virgen de Lourdes en su aparición de 1858 como la de Fátima en 1917 pidieron a sus videntes que rezasen el rosario. Gran parte de los papas del siglo XX fueron muy devotos de esta advocación, y Juan Pablo II manifestó en 1978 que el rosario era su oración preferida.
Es patrona de las batallas, así como de multitud de ciudades y localidades repartidas por todo el mundo.
Un buen amigo es aquel que:

a. Te acepta tal cual eres
b. Cree en ti
c. Te llama solo para decirte: "Hola"
d. No se rinde contigo
e. Admira todas las partes de tu persona (incluso las partes
inacabadas)
f. Perdona tus errores
g. Se entrega incondicionalmente
h. Te ayuda
i. Te invita a reintentarlo
j. Simplemente "esta" contigo
k. Te mantiene cerca de su corazón
l. Te ama por quien eres
m. Hace una diferencia en tu vida
n. Nunca te juzga
o. Te ofrece su apoyo
p. Te ayuda a levantar
q. Calma tus temores
r. Eleva tu espíritu
s. Dice cosas lindas acerca de ti
t. Te dice la verdad cuando necesitas escucharla
u. Te comprende
v. Te valora
w. Camina a tu lado
x. Te explica cosas que no entiendes
y. Te grita si es necesario, cuando tú no quieres escuchar.
Aquel joven era consciente de la importancia de la comunicación, y al mismo tiempo sabía lo difícil que resultaba entrar en comunicación con la otra persona; sin embargo sentía la necesidad de la misma para «poder ser persona».
Por ello un día se dirigió al sabio del lugar a preguntarle:
- << ¿Cuál es el secreto de la auténtica comunicación? >>
- << Entra primero en el silencio para conocerte >>.
Después de un tiempo, el joven regresó contento a buscar al sabio:
- <>
- << Ahora -repuso el sabio- te queda lo más importante: salir de ti mismo y ponerte en el lugar del otro. Sólo entonces sabrás comunicarte >>.

(Sobre una idea de Vidal Ayala)
Aquella mañana, Jesús salió al encuentro de las mujeres y les dijo que avisasen a sus hermanos para que fuesen a Galilea, porque allí lo verían. Con esta buena noticia los discípulos marcharon al monte que Jesús les había indicado. Allí le vieron y al verle le adoraron. Jesús, entonces, se acercó a ellos y les dijo: «Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo».

Esta misión que el mismo Jesús comunicó una vez resucitado y que se ha ido viviendo de generación en generación, de cristianos a cristianos, es la misma que nosotros también tomamos ahora. Todos nosotros hemos sido llamados por Jesús para anunciar su evangelio entre los niños y jóvenes, y todos hemos respondido de forma generosa. Por este motivo, por ser Jesús el autor de la llamada, es por lo que nos encontramos reunidos ante su presencia. Para pedirle las fuerzas, el ánimo, la fe y el don necesario para ser fieles a ese mensaje que un día dio a sus discípulos y que ahora nos comunica a nosotros: «Id por todo el mundo y haced discípulos a todas las gentes».
Evangelio: Lucas 10,25-37
"¿Quién es mi prójimo?"
En aquel tiempo, se presentó un maestro de la Ley y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: "Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?" Él le dijo: "¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?" Él contestó: "Amarás al Señor, tu, Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo." Él le dijo: "Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida." Pero el maestro de la Ley queriendo justificarse, preguntó a Jesús: "¿Y quién es mi prójimo?" Jesús le dijo: "Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo.Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó en una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: "Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta." ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?" Él contestó: "El que practicó la misericordia con él." Díjole Jesús: "Anda, haz tu lo mismo."
El día de Acción de Gracias en EE.UU., una maestra de un barrio de marginados pidió a sus alumnos que dibujaran algo por lo que estaban agradecidos. Como era de esperar, la mayoría pintó pavos o mesas con comida o adornos. Un niño, Douglas, dibujó una mano.
Todos sus compañeros y la maestra querían saber a quién representaba aquella mano: ¿Será la de Dios? ¿La de sus padres? ¿La de alguien poderoso?... 
El niño, Douglas, desveló el secreto: “es su mano, maestra. Muchas veces en los recreos la he sentido acariciándome. Ha sido una forma de sentir que alguien me quería de verdad”.
Fue el mejor regalo que recibió aquella maestra en un Día de Acción de Gracias.


Tú, Señor, dijiste:
"Quien quiera guardar su vida, la perderá;
y quien la gaste y dé por mí, la recobrará".
Gastar la vida es trabajar por los demás,
aunque no nos paguen;
hacer un favor
a quien nada puede darnos a cambio;
gastar la vida es arriesgarse incluso
al inevitable fracaso,
sin falsas prudencias;
es quemar las naves en bien del prójimo.
Gastar la vida no es algo que se haga
con gestos extravagantes y falsa teatralidad.
La vida se entrega sencillamente, sin publicidad,
como el agua de la fuente,
como la madre que da el pecho a su hijito,
como el sudor humilde del sembrador.
Enséñanos, Señor, a lanzarnos a lo imposible,
porque detrás de lo imposible
están tu gracia y tu presencia,
y no podemos caer en el vacío.
Amén.

Espinal Luis
EVANGELIO: Lucas 17, 1-10
Jesús dijo a sus discípulos:
- «Es inevitable que sucedan escándalos; pero ¡ay del que los provoque! Más le valdría que le encajaran en el cuello una piedra de molino y lo arrojaran al mar, antes de escandalizar a uno de estos pequeños. Andaos con cuidado.
Si tu hermano te ofende, repréndelo; y si se arrepiente, perdónalo. Si te ofende siete veces al día y vuelve siete veces a decirte ¡lo siento!, lo perdonarás».
Los apóstoles le pidieron al Señor:
- «Auméntanos la fe».
El Señor contestó:
- «Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: “Arráncate de raíz y plántate en el mar”. Y os obedecería.
Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor; cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: “En seguida, ven y ponte a la mesa”? ¿No le diréis: “Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú”? ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado?
Lo mismo vosotros: cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: “Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer”».

El misionero es un discípulo de Cristo: Sabe que antes de ser apóstol es preciso ser discípulo, es decir, ha tenido un encuentro vivo, personal con Jesús resucitado y vive cotidianamente en unión con El en la oración y los sacramentos, principalmente la Eucaristía y la Reconciliación. Porque “no se puede anunciar a quien no se conoce”.

El un contemplativo: que transmite no sólo conceptos y doctrinas, sino su experiencia personal de Jesucristo y de los valores de su Reino.  Por ello, el misionero vive profundamente en comunión con Jesucristo, sabe encontrar en medio de la acción, momentos de “desierto” donde se encuentra con Cristo y se deja llenar por su Espíritu. 

Es dócil al Espíritu Santo: se deja inundar por el Espíritu Santo para hacerse más semejante a Cristo, y se deja guiar por El. Acoge dócilmente sus dones, que lo transforman en testigo valiente de Cristo y preclaro anunciador de su Palabra. Sabe que no es él quien obra y habla, sino que es el Espíritu Santo el verdadero protagonista de la misión.

Vive el misterio de Cristo “enviado”. El misionero vive en íntima comunión con Cristo, hasta tener sus mismos sentimientos:  está impregnado del Amor del Padre, y obedece su voluntad hasta las últimas consecuencias. Se sabe enviado por Cristo a cumplir su misión, y acompañado constantemente por El. 

Tiene a María como Madre y Modelo: Su espiritualidad es profundamente mariana. La Madre del Resucitado es también su Madre, y es para él modelo de fidelidad, docilidad, servicio, compromiso misionero.

Vive la pobreza y el “éxodo misionero”: el sentido de “salir de la tierra” para el misionero, no implica únicamente el “salir geográfico”, sino que misionero sabe que debe abandonar su comodidad y su seguridad para “remar mar adentro”,  para ir a las situaciones y lugares donde Cristo lo quiera enviar. Debe abandonar sus propios esquemas, sus ideas preestablecidas para abandonarse en las realidades que la evangelización le presenten. La pobreza misionera no hace referencia únicamente a la pobreza material, sino al abandono a la voluntad de Dios y a los caminos que El le presente.

Vive la misión como un compromiso fundamental: el misionero es un comprometido en el seguimiento de Jesús y en la lucha por su Reino liberador y universal. El misionero ha dicho “sí” a Dios, y no se hecha atrás ni retacea en su entrega.

Ama a la Iglesia y a los hombres como Jesús los ha amado: Lo primero que mueve al misionero es el amor por los hombres, a quienes quiere llevar a Cristo. El misionero es el hombre de la caridad, el “hermano universal”, que lleva a Cristo a todos los hombres, por cuyos problemas se interesa, para quienes siempre está disponible, y a quienes trata siempre con ternura, compasión y acogida. 

El verdadero misionero es el santo:  La llamada a la misión deriva de la llamada a la santidad. La santidad es un presupuesto fundamental y una condición insustituible para realizar la misión salvífica de la Iglesia. No bastan los métodos, los conocimientos, la capacidad de oratoria, si no están sustentados por el testimonio de vida cristiana y de santidad del misionero.
«Siete veces» es una expresión simbólica que significa SIEMPRE. Cuando un hermano nos ha ofendido, sólo nos restan dos actitudes: corregirlo y perdonarlo. Nunca juzgarlo y condenarlo. He aquí una llamada a asumir nuestra responsabilidad dentro de la comunidad, a ejercerla con amor y respeto, con comprensión y llenos de solicitud, sin prejuicios, sin miedos.
Es una invitación a destruir todo orgullo de creerse mejores que los otros.

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