martes, 18 de diciembre de 2012


El Corazón de María es un corazón que acoge, que está abierto a la Palabra, que se ilumina con la Luz verdadera.

El Corazón de María nos enseña a acoger en nuestra vida a Aquel que viene a encender nuestras ilusiones, esperanzas, proyectos.

El Corazón de María se hace uno con el de su Hijo. Es un Corazón con Luz, porque en ella habita la Luz.

Como María queremos aprender a acoger la Luz. Queremos que Jesús esté dentro de nosotros, para que Él bombee nuestro corazón y nos marque el ritmo de nuestra vida con sus opciones y con su Amor.

Con María hoy queremos cantar que se haga en nosotros según Tu voluntad..


Hoy, día 18 de Diciembre, nos unimos a todas las personas y grupos que luchan por defender los derechos humanos de las personas migrantes en todo el mundo. Queremos escuchar y no ser sordos/as a los gritos de las personas migrantes especialmente cercanos a nosotros. En nuestro país, en nuestras costas, en nuestras fronteras, en nuestras comisarías y calles también se producen violaciones de derechos humanos: los gritos de quienes pierden la vida tratando de alcanzar nuestras costas, los de quienes son recluidos en Centros de Internamiento, los de los hombres y mujeres solicitantes de asilo que son ignorados, los gritos de los inexpulsables…
Oremos para que nuestros sentidos no estén embotados para percibir el sufrimiento de nuestros hermanos y hermanas, para que nuestro corazón se haga más solidario y nuestros pies y manos más comprometidos en un mundo justo. 
Contemplemos a Jesús, el Dios con nosotros, encarnado en lo más vulnerable y vulnerado de la condición humana y sigámosle a Él que ha venido “para que todos tengan vida y vida en abundancia”


Te conocí deshecho:
despojado de tu parcela heredada,
sin trabajo, sin futuro, sin sonrisa.
Impedido de llevar pan a tus hijos
O una esperanza, al menos a tu compañera.
Eras Tú, Señor, el Cristo forastero.

Fui testigo el día aquel,
Cuando decidiste partir a la aventura, a lo desconocido.
Y te desgarró la separación de tu familia,
De tus amigos, de tus aspiraciones.
Y abandonaste aquellos montes cuyo nombre conocías,
Y la tierra que te vio nacer,
En la que ya habías sido, incluso en ella, un forastero.
Eras Tú, Señor, el Cristo forastero.

No te fue difícil conectarte con las mafias transportadoras:
Magrebí, viajaste hacinado en un camión de fruta
y faltó poco para que murieras asfixiado cuando cedió su doble fondo.
Pakistaní, navegaste en el carguero del que te arrojaron
Para que nadando, alcanzaras la playa.
Mejicano, cruzaste el desierto, a punto de morir de sed.
Casi fuiste devorado por los tiburones
en la balsa cubana hacia Miami.
Eras Tú, Señor, el Cristo forastero.

Lavaplatos salvadoreño en los Ángeles,
Senegalés en Roma, vendiste bolsas de piel,
Fuiste prostituta nigeriana;
Acordeonista rumano en el metro;
Limpiador de parabrisas bangladeshí,
Filipino campesino en Hong Kong,
Peruana cuidadora de una anciana.
Eras Tú, Señor, el Cristo forastero.

Soportaste insultos dirigidos a tu raza o religión.
“Clandestino” te escondías de la policía,
Durmiendo en la estación,
Comiendo los desperdicios.
La escuela cerró sus puertas a tus hijos
Y no hubo hospital para ti.
Tuviste que aceptar una miseria salarias
A fin de evitar la repatriación.
Y con nadie podías hablar tu lengua.
Pese a que no tenías identificación,
Eras Tú, Señor, el Cristo forastero.

Supe de tu gozo entusiasta
Cuando enviaste a los tuyos la primera remesa,
Ahorro de tantas privaciones.
Ahora eres tú quien interpela:
“Era forastero y me acogisteis”.
Te haré une espacio, haciendo del mundo
Una casa grande, donde quepamos todos
Y nadie más sea llamado estorbo.
Entonces nos daremos cuenta
De que quien llamaba a la puerta
Eras Tú, Señor, el Cristo forastero.

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