martes, 4 de septiembre de 2012

María: la humanidad de la Madre de Dios

Comienza septiembre, un mes marcado por el inicio de un nuevo curso, y mientras nos sacudimos el  letargo de las vacaciones, ponemos nuestros ojos en María, la Madre de Dios. Queremos contemplarla en su dimensión de mujer y de creyente. Su vida es para nosotros profecía y servicio.
A veces, en algunos ambientes eclesiales, encontramos una visión edulcorada de la Virgen María, a la que ha contribuido una cierta iconografía, en la que aparece envuelta en coronas y tules, con angelitos revoloteando en torno, y paisajes bucólicos. No digo yo, ni mucho menos, que no esté bien, por algo la Iglesia venera muchas de estas imágenes con verdadera devoción, sin embargo, con frecuencia, las mismas no reflejan fielmente dimensiones del caminar humano de María, tal y como lo encontramos en el Nuevo Testamento.
Porque está claro que nuestro amor a la Virgen María, nuestra comprensión de su misterio, se ha de basar, fundamentalmente, en la Palabra de Dios.
Y es allí, en la Escritura, donde se desvela para nosotros el rostro humanísimo de esta mujer singular en la historia, que ha sido asociada como ningún otro ser humano al misterio mismo de la Redención de Cristo.
Ella es la mujer cercana a la realidad de los oprimidos de su pueblo, que comparte la precariedad de la pobreza, la incertidumbre del día a día, identificándose con los anawin (Sof. 3, 12. 13b), aquel resto humilde de Israel, por lo que es capaz de reconocer el plan de amor y de justicia de Dios: "Que derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes,...que dan pan a los hambrientos y a los ricos los despide vacíos" (Lc. 1, 46-55)

Nuestra Señora del Evangelio, ha sabido estar atenta a las necesidades de sus hermanos y hermanas, por ello corre a socorrer a su prima Isabel en su gestación (Lc. 1, 39), y en Caná se da cuenta de que se ha acabado el vino, adelantándose  a buscar el remedio a tal percance (Jn. 2, 3)
Ella ha dado a luz a su hijo en un pesebre (Lc. 2, 7), y aunque hoy día lo hayamos sublimado, el pesebre es lo que es, una estancia para animales domésticos. Ella ha conocido el destierro en su viaje a Egipto (Mt. 2, 13-14), donde palpó en carne propia la experiencia de ser emigrante.
Ella ha vivido la vida sencilla de una familia de artesanos en una aldea sin importancia llamada Nazaret (Mc. 6, 1-3), en medio de un pueblo pobre y explotado, obligado a pagar fuertes tributos a Roma (Mc. 10, 42), y que intenta ser fiel a su fe judía, confiando en las promesas que sostienen su esperanza mesiánica (Jn. 1, 41).
Ella ha acompañado a Jesús en su vida pública, un itinerario de fe oscura, que la ha llevado a pensar en algún momento, quizás movida por sus familiares más cercanos, que el desconcertante Jesús, su querido hijo, había perdido la razón (Mc. 3, 20-21)
Porque, según el Evangelio, la gran bienaventuranza de María está en escuchar la Palabra de Dios, y en ponerla en práctica (Lc. 8, 19-21)
En el camino ella fue comprendiendo, dado que Dios siempre se revela a los pobres y sencillos de este mundo (Lc. 10, 21-22), la opción mesiánica de Jesús, que se presenta ante el pueblo no como un rey triunfalista, sino como el humilde "Siervo de Yahvé", acorde a lo anunciado por los profetas, especialmente por Isaías (Cfr. Is. 52, 13 y ss., y 53)
Ella, finalmente, soportó con entereza el terrible ajusticiamiento de su hijo en la cruz (Jn. 19, 25-27), un castigo reservado para los reos carentes de derechos ciudadanos. En la carne crucificada de Jesús, en su muerte, se realizó el designio de salvación de Dios para toda la humanidad (1Jn. 2,2).
Hoy, cuando en España estamos padeciendo los rigores tremendos de una crisis económica generada por los poderes financieros, y la lógica diabólica del neoliberalismo más grosero, María nos invita a acercarnos al sufrimiento de las víctimas de estas políticas anti-Reino de Dios, con sus mismos sentimientos de amor y misericordia, de profecía, y de servicio.
Con valentía, con solidaridad. Cantando el Magníficat.
Ella, María, que ha vivido su vocación de mujer, y de creyente, a plenitud, es modelo y testimonio de compromiso profético con los más pobres y necesitados, los preferidos del corazón de Dios.
En consonancia con esta reflexión, les ofrezco el libro del jesuita  Antonio González Dorado: Mariología Popular Latinoamericana, un interesante estudio de la experiencia mariana de la Iglesia de América Latina, que hunde sus raíces en la religiosidad popular, y que apunta hacia una nueva comprensión del misterio de María, como la mujer que acompaña los caminos de justicia y de liberación de los pueblos oprimidos.
MARIOLOGÍA POPULAR LATINOAMERICANA : DESCARGAR

Fuente:
http://librosyvideoscristianos.blogspot.com.es/

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